ACERCA DE LAS IA

Las inteligencias artificiales manufacturando “arte” se han vuelto una tendencia en los últimos meses, esto debido a sus resultados, que, aunque son sorprendentes, aún tienen un largo camino para lograr la complejidad de gran parte del arte humano.

 ¿A qué me refiero con complejidad? 

Para mí, el arte es lenguaje, signos que conviven en el logos, pathos y ethos del homo sapiens-sapiens y su linaje. El arte siempre -aún cuando quiere ser vaciado de cualquier agenda- cuenta con un discurso. Dicho discurso está totalmente inmerso en el contexto del creador; las distintas situaciones (social, política, económica, ideológica, etc) están alimentando, o más bien, catalizando la forma del mismo discurso, dando sentido y estructura a los mecanismos de la enunciación que se usarán para crear el mensaje, aquel lenguaje que conocemos como arte. Teniendo en cuenta esto, podemos imaginar que la diversidad en las formas apunta hacia una cifra de dimensiones muy cercanas al infinito. En teoría, aunque queramos decir la misma cosa, la estrategia para articular nuestro mensaje siempre va a variar.

Dicho lo anterior, surgen dos preguntas elementales para la cuestión de las inteligencias artificiales ¿Cuál es el discurso que quieren replicar? y ¿Cuáles son los parámetros que utilizan las ia para crear sus imágenes y/o textos?

Si bien, el software se alimenta del internet y de  los parámetros que nosotros le proveemos al momento de solicitar su trabajo, tiene que haber una discriminación de datos en el proceso. Discriminación que, en mi opinión, seguirá los lineamientos de lo hegemónico, aquello que por consenso mayoritario posee un valor y juicio. Lo estético, lo grotesco, lo burdo y más, serán conceptos construidos a partir de los discursos dominantes y estarán enfocados en saciar las expectativas del espectador, que dicho sea de paso, encargó un producto específico.

Uno de los puntos más discutidos en torno a la creación por inteligencia artificial ha sido el de la repercusión en la industria del entretenimiento. De dicha situación se comenta que tanto productoras como espectadores prescindirán de una o varias personas para crear y consumir contenido. Si vemos esto desde la lógica de la empresa, es cuestión de tiempo para que las grandes manufactureras  de entretenimiento ahorren recursos y hagan sus historias a partir de un software. En su mayoría, el contenido que pretende ser para un público masivo debe de contar con lineamientos y características que lo hagan “consumible”, al igual, que no limitarse a únicamente ser deglutido en una pantalla, sino también a generar el deseo de ser poseído en diversas formas (juegos, juguetes, etc). Una refinada inteligencia artificial podría, sin mayor problema, funcionar para dichos fines, crear un contenido que guste a la mayoría de las personas valiéndose de los datos y los algoritmos.

Algo que debe quedar muy claro es que la inteligencia artificial es una herramienta, todas estas discusiones acerca de su uso nos muestran que, en realidad, de lo que queremos hablar es de las dinámicas que hay en el consumo del arte y el entretenimiento. Digo arte y entretenimiento porque, en esta época, no hay una delimitación muy clara al respecto, o, al menos así se percibe en el imaginario colectivo. Debemos tomar en cuenta que somos seres atravesados por nuestro entorno, en nuestro caso, estamos totalmente influidos por un capitalismo refinado y globalizado. Entre el creador y el espectador hay un juego perverso que involucra una expectativa y competencia para ser el objeto de deseo, así mismo las historias están alineadas, clasificadas y dispuestas a llenar las demandas de un momento y gustos específicos. Me atrevería a decir que tanto creadores como espectadores estamos inmersos en una campaña para homogeneizar la cultura al hacerla mucho más consumible. La anagnórisis, la catarsis y la emoción pasan a segundo plano cuando estamos condicionados a buscar el placer y encontrar el goce en el acto del consumo. 

En resumen, para mí, las inteligencias artificiales no ponen en peligro a la creatividad en sí, más bien, el mismo sistema se encarga de marginar a cualquier diversidad que atente contra el discurso impuesto. Si bien estamos hablando de que se ha vuelto mucho más evidente que las corporaciones cuentan con más medios y poder para crear, así como dar difusión a contenido que les es conveniente y redituable; también estamos presenciando como lo que creemos universal, poco a poco se transforma en lo homogéneo. 

Digo, así empieza la película de Blade Runner, puede que nosotros estemos más programados de lo que creemos.

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