“Escuchad, os diré cómo es el superhombre: Es este rayo ¡Es esta locura!”
– Friedrich Nietzsche

Miracleman es un cómic escrito por Alan Moore y dibujado por varios artistas a través de su corta vida, entre los dibujantes podemos ver nombres como: Rick Veitch, John Totleben, Alan Davis y Gary Leach. La obra retomó (y revivió) a un personaje icónico de los cómics británicos llamado “Marvelman”, un superhéroe creado por Mick Anglo en 1953 que respondía a las necesidades editoriales generadas por la suspensión de la publicación de Capitan Marvel. El trabajo de Moore con este personaje fue publicado desde 1982 comenzando con la legendaria revista “Warrior” y terminando con la editorial Eclipse en el año de 1986.

Para tener una lectura más completa de la obra podemos ahondar en la historia de su publicación, ya que este cómic tiene una larga sucesión de problemáticas en cuanto a derechos de autor, curiosamente, estos detalles le agregan un poco de sabor al subtexto del cómic. En 1943 National Comics Publications -actualmente conocida como DC Comics- demandó a Fawcett por supuesto plagio, la demanda alegaba que el personaje de Captain Marvel era muy parecido a su Superman, el conflicto se alargó durante años hasta que Fawcett tuvo que suspender su título hasta nuevo aviso. En inglaterra, la editorial Len Miller & Sons se encargaba de reimprimir los números de Captain Marvel para la audiencia británica, en cuanto se suspendió el título encargaron a Mick Anglo crear un nuevo personaje que fuera muy similar al título anterior, esto, debido a que querían conservar y darle continuidad al público que ya tenían cautivo. Marvelman, el ahora nuevo personaje de Len Miller & Sons, tuvo una muy buena recepción en el público y tuvo una historia editorial de más de trescientos números y varios spin offs. Cuando parecía ya olvidado en el tiempo, la revista Warrior decidió revivir al personaje y traerlo a la década de los ochenta, como era de esperarse, Marvel Man tuvo un nuevo problema legal, esta vez con el otro gran monstruo de los cómics, Marvel. La editorial alegó que existía una relación casi intrínseca entre la palabra “marvel” y su compañía, por lo tanto, el título podría confundir a las audiencias. Marvel Man, una vez más evolucionó y tuvo que cambiar su nombre a Miracleman. Actualmente, el nombre de Miracleman se conserva, pero no pasa lo mismo con el nombre del guionista que gestó la obra, Alan Moore tan solo aparece con el título de “El Escritor Original”.
¿Cómo podemos ligar todo esto con el subtexto del cómic?
En la actualidad, todos los personajes que tuvieron algo que ver con la publicación de Miracleman son propiedad de Marvel y DC Comics. Shazam, Superman, Captain Marvel, Marvelman, Miracleman, o como quieran llamarle a este arquetipo ahora convertido en distintas franquicias; es parte del imaginario colectivo y hasta podría parecer que al hablar de cada uno de estos personajes vemos la misma historia una y otra vez. El trabajo de Moore en la revista Warrior, más que revolucionar y cambiar el rumbo de una industria que manufactura escapismo de forma masiva fue una revisión consciente del mito superheroico, Moore deconstruye, desestabiliza la estructura de los superhéroes para hablar de la sociedad e ideología de su época, Miracleman bien pudo haber dado punto final a todos los cómics de superhéroes.

Alan Moore comienza su paso por Miracleman utilizando una historia clásica de Mick Anglo hecha en 1956, la historia narra la llegada de unos invasores del futuro que buscan conquistar el mundo. A modo de presentación, Moore plantea desde aquí una de las temáticas de la obra. Mientras en la historia original de Anglo los invasores son del año 30,100 D.C. en esta versión los invasores son de 1981 – año en que fue gestado el guión- este pequeño detalle bien podría ser interpretado como el presente invadiendo el mundo de los superhéroes, estos personajes dimensionalmente simples que habían habitado las historietas y las mentes de un mundo globalizado por más de 50 años. Después de esta introducción y la ya icónica frase de Nietzsche, vemos a Mike Moran – el álter ego de Miracleman – despertar, sin memoria alguna de sus poderes, en una realidad que contrasta muchísimo con la de los hombres voladores que habitan en los sueños. Mike Moran es un periodista cansado en un mundo que ha cambiado bastante.
Al igual que en otros trabajos de Moore, la amenaza de un desastre nuclear es uno de los miedos que acechan a la humanidad. Debemos recordar, que en 1982, la guerra fría estaba en el cénit de amenaza y una guerra nuclear era algo que parecía inminente. Como un anillo al dedo, la palabra que activa los poderes de Miracleman es “Kimota”, o sea, atomic al revés. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki no le pusieron únicamente fin a la segunda guerra mundial, Moore también plantea que le pusieron fin a una época de la humanidad, a través de la obra del autor podemos notar una visión muy particular hacia la guerra. El conflicto bélico es la forma más directa hacia la destrucción y la muerte; todo lo contrario a la creación que está ejercida y representada por el sexo y la creatividad.
El filósofo francés Jean-Francois Lyotard fue el primero en acuñar el término “Posmodernismo” en su ensayo “La Condición Posmoderna”, para Lyotard esta época se caracteriza por la caída de los grandes relatos, historias que definían la ideología y organización de las sociedades del planeta, legitamaban y creaban un consenso acerca del rumbo de la humanidad. Estos cuatro grandes relatos eran: El Cristianismo, el iluminismo, el socialismo y el capitalismo. La capacidad de destrucción de la bomba atómica arrasó con ciudades enteras, arrasando con la esperanza de un futuro mejor a corto plazo. El Mike Moran de 1982 siente que hay algo que no cuadra con su historia, su pasado parece salido de un cómic para niños donde todo es mucho más simple, los conceptos del bien y del mal tienen una amplia barrera que los divide, los conflictos parecen distantes y de fácil solución. El Miracleman de los años cincuenta tiene situaciones maniqueas, sus enemigos son simples caricaturas de las amenazas a las ideas británicas y estadounidenses: nazis, alienígenas, invasores, ladrones y terroristas. Alan Moore toma el mito del superhéroe y lo pone de frente con la situación de su presente, podemos ver a través de las páginas que el origen e historia de Miracleman, al menos como lo describe Mike Moran, causa la burla e incredulidad de quien lo escucha. Curiosamente, aquellos enemigos simpáticos e inofensivos que habitaban el pasado de Miracleman encuentran un lugar mucho más sombrío al lado de las potencias económicas, estatales y militares que pueden permitir, así como financiar, los proyectos que son más amenazantes para la humanidad.


Para ejemplificar el punto anterior podemos ver la historia de Big Ben, un experimento en el que intentaron emular a la camada de Miracleman y su familia. Big Ben es un proyecto desarrollado por instituciones, pero más que eso, es un ser en extremo inestable, que tiene que ser controlado mediante la supuesta “pararrealidad”, una perspectiva alterna en donde él es el mayor defensor de los ideales británicos. De principio a fin, Big Ben distorsiona los acontecimientos para que encajen mejor en un lugar donde él queda como un increíble patriota. La narrativa que le proporcionan a este personaje es muy parecida a la que le habían proporcionado a toda la familia Miracleman, de hecho, esta percepción es la que existe en los cómics de la época dorada. Capitán América, Superman; en sus inicios aparecían golpeando enemigos del sueño americano, conforme fueron evolucionando, sus conflictos y enemigos también cambiaron. Sin embargo, algo que no se había tocado hasta ese entonces, era la repercusión que tendría la aparición de estos súper humanos para la sociedad, ya que, o bien podrían ser como Superman y defender los ideales canónicos, o podrían ser utilizados como armas de control y destrucción masiva. Moore ve a los personajes más famosos de nuestra cultura desde una perspectiva posmoderna, en donde ya no representan los ideales humanos sino a sus intereses, e incluso, pueden ser poseedores de una perspectiva que supera todas las nociones de lo conocido por nuestra especie.

En el libro del Síndrome del Rey Rojo, Moore nos deleita con un complejo relato acerca de la moralidad, la muerte, el bien y el mal. Para empezar conocemos al Doctor Gargunza, el verdadero padre de Miracleman y su familia. Gargunza es un científico originario de Veracruz, México; que se ve inmerso en los planes del tercer Reich y posteriormente en la agenda norteamericana. Mientras en los cómics abundan los antagonistas nazis y en nuestra cultura continúa siendo uno de los paradigmas de la maldad, en Miracleman nos muestran que en realidad las concepciones morales le importan muy poco al poder. Gargunza es un ser de decisiones bastante cuestionables que encuentra su lugar debido a su increíble intelecto, tanto el tercer reich como el gobierno estadounidense facilitan sus proyectos debido a que pueden obtener poder mediante ellos.
La palabra Kimota, Atomic significa poder. La energía atómica revolucionó el siglo XX y también nos llevó a una nueva era de desesperanza e iconoclasia, el rumbo que le dieron al poder los diversos ejercedores del mismo hizo más evidentes las narrativas de control con las que sometía a la población. Como ya mencionamos, narrativas como el capitalismo, socialismo y nazismo, funcionan a las instituciones para validar y consensuar las decisiones en el manejo de los recursos. Aún así, esas narrativas tienen una repercusión e influencia en nuestra perspectiva. En su paso por Alemania, Gargunza conoce a Martin Heidegger, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX y un partidario del nacional-socialismo alemán, las ideas de Heidegger buscaban potencializar a la humanidad y llevarla a su máximo esplendor mediante la consciencia de la existencia en un lugar y tiempo concretos; tomando la vida en comunidad, la sangre y el territorio como fundamentos para la unión de la sociedad, aunque no es nuestro papel decir si las ideas de Heidegger están bien o mal, si podemos llegar a la conclusión de que su trabajo era de carácter conservador y que influyó en la idea del übermensch o superhombre que caracterizó al nazismo.

“Dios ha muerto, dios sigue muerto y nosotros lo hemos matado.”
Para Nietzsche, el superhombre era aquel que se liberaba de las barreras impuestas por el estado, las instituciones y la moral; Foucault comenta que, incluso, el superhombre nietzscheano está más allá del lenguaje, ya que las palabras son algo que nos vincula a una forma de percibir específica. Con esto en mente, nos podríamos preguntar: ¿Qué pasa cuándo hay personas que tienen una capacidad totalmente distinta al resto de la humanidad?
Seres que tienen más fuerza y mayor intelecto, cuya simple resistencia nos pone en una perspectiva totalmente distinta, tendrán una noción diametralmente diferente respecto a qué es la humanidad. La idea de que Superman se alineará a los usos y costumbres humanos es algo que se daba por sentado hasta hace no mucho tiempo. En Miracleman, Alan Moore reestructura al superhéroe, plantea que la existencia de seres casi omnipotentes es algo que cambiará el status quo, algo que tendrá fuertes repercusiones en el orden mundial.
En el último libro de Miracleman escrito por Alan Moore y titulado “Olimpo”, vemos el ascenso del álter ego de Michael Moran al estatus de Dios. También, en este libro, el autor juega con el rol del mito en la sociedad. Es común encontrarnos con la opinión de que los superhéroes son la mitología moderna. Esta aseveración es algo que no se debe tomar a la ligera, ya que, debemos recordar que la mitología da identidad a las sociedades, también repercute en la ética y el espíritu de las personas; tiene el impacto necesario para crear religiones y narrativas que faciliten el funcionamiento de una comunidad. Viéndolo de esta manera, la obra nos hace reflexionar acerca de la relevancia y el uso de los personajes que habitan en los universos Marvel y DC. Mientras en muchos de los cómics que abundan en la industria hay conflictos y protagonistas de pocas dimensiones, con visiones unilaterales y respuestas simples a los conflictos; Moore lleva a su personaje más lejos, lo pone al borde de la condición humana, le muestra las complejidades que habitan en el mundo físico, así como los límites de la percepción, donde cuestiones como el espacio cuántico y las diversas dimensiones se vuelven ininteligibles para nosotros. El cuerpo de Mike Moran es, literalmente, habitado por un Dios que lo despoja poco a poco de su misma existencia, si pensamos a los mitos como alegoría y metáfora, la incertidumbre y locura que habita en el mundo de Michael Moran es muy parecida al estado de angustia que posee la humanidad desde hace unos cuantos años.

El mito solar se ha encarnado en un ser único, un mesías que llevará a la humanidad a su máximo potencial. Esta noción mitológica nos ha llevado al culto a la imagen, lo podemos ver reflejado en el cristianismo, el marxismo, el nazismo y en los gobiernos actuales que supuestamente son democráticos. Al final del cómic, Miracleman ha construido un mundo utópico, en donde no existen autoridades, dinero y prisiones, incluso ha restaurado las creencias de la humanidad, ahora organizadas mediante un politeísmo. Cualquier persona puede ser un súper ser, la idea de posesión es algo que está cambiando, y, aunque hay facciones que aún se resisten, el progreso fluye.
Si bien, Miracleman no es la obra más reconocida de Alan Moore, es una pieza seminal para la historia de los cómics. A partir de su publicación hubo un cambio radical en cómo los autores y el público concebían a los personajes con poderes. También tiene detalles que lo hacen muy divertido, pequeños guiños a la invención del internet, la inteligencia artificial, así como la dualidad del Eros y el Thanatos en las comunidades. La complejidad de este relato culmina en una sociedad idílica en donde el superhombre se vuelve una condición fija y no una excepción. Solamente resalta un pequeño detalle, una pequeña broma al puro estilo de Alan Moore. Mientras el mundo perfecto sigue, Miracleman se pasea en sus vestimentas militares, ropas que curiosamente asemejan las de un dictador; sentado en un balcón reflexiona acerca de la insatisfacción inherente en el ser humano, se pregunta: ¿Por qué alguien no querría pertenecer a esta sociedad?
Miracleman es una obra que nos deja con una certeza: Si el superhombre existe. Es un trueno, es locura.

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