Durante la pandemia, calmaba mi ansiedad comprando libros por internet. El hecho de llenar mis vacíos con cosas materiales me hacía sentir culpable, y para apaciguar dicha culpa buscaba encontrar libros que rompieran con los géneros y formatos habituales en mi lectura. Entre todas estas cosas conseguí un compilado con todas las obras referentes a Terramar, una bonita edición que cuenta con los seis libros principales, además de material adicional como transcripciones de conferencias e ilustraciones del genial Charles Vess.

Earthsea, o Terramar, es un universo fantástico creado por la escritora norteamericana Ursula K. Le Guin. En este mundo conviven una gran variedad de magia, dragones y leyendas. A lo largo de los relatos de Terramar, y también en el resto de la obra autoral de Le Guin, se tocan conceptos como el feminismo, el anarquismo, la antropología y el taoísmo. Las temáticas que suscitan el interés de Le Guin, más allá de fungir un papel simplista de propaganda ideológica, permean en la ficción y retan a los mecanismos tradicionales (e impuestos) de la ficción. Para aclarar lo anterior me limitaré a hablar del primer, y más conocido, libro del universo de Earthsea, titulado “Un Mago de Terramar”.
El protagonista de este libro es un niño sin nombre que vive en una humilde aldea de la isla de Gont. A lo largo de la historia vemos al niño desarrollarse: descubre sus poderes, protege a su aldea, se convierte en un mago, e incluso obtiene un nombre. Una de las ventajas que tiene la prosa de Le Guin es que su ficción parte de la emoción y la humanidad, para después abordar temas políticos e ideológicos de una manera más certera y aparentemente amable. Podrá parecer irrelevante, pero el hecho de que el protagonista de esta historia sea un niño común, sin ninguna jerarquía o linaje, es un reto al status simbólico que evoca la fantasía tradicional, donde la relación entre heroísmo y linaje suele ser un lugar común. De esta misma manera, la escritora se esmera en mostrar la diversidad racial, cultural y epistémica que existe en su universo.

En cada rincón de Terramar la vida se aleja de una hegemonía o normalidad. La palabra, que por cierto es el arma más importante para un mago, tiene poder según la región donde se comanda, cada lugar tiene sus hechizos y una mística propia. Esto tiene que ver con la diversidad cultural que existe en el planteamiento de Le Guin. De hecho, para poder obtener el poder de algún lugar tiene que haber un ejercicio casi antropológico para el mago. Entender las costumbres, creencias y demás características de lo desconocido, te otorga magia nueva, o sea, un nuevo conocimiento; que no solo tiene que ver con el dominio de tu entorno, sino también con una nueva forma de pensar, que bien podríamos llamar otra episteme. La palabra tiene poder en el universo ficticio de Terramar así como lo tiene en la realidad que compartimos, aunque este concepto no es nuevo y, de hecho, es una de las formas más tradicionales de magia, en esta novela las palabras se utilizan más para relacionarnos con un todo, se podría decir que la diversidad que existe libera a La Palabra de una definición concreta.
En el postfacio del libro, la autora explica que no quería hacer una obra fantástica que cayera en una resolución bélica. Esto debido a que, para ella, presentaba una grave simplificación de las ideas. El tener un conflicto entre “el bien y el mal” no hace más que promover una visión unilateral, así como encumbrar a la violencia como la única manera de solucionar cualquier cosa. Así mismo, el maniqueísmo que a veces se presenta en la fantasía no lleva al lector hacia ningún aprendizaje, sino a la reafirmación de lo que él ya cree saber. Visto de esta manera, la ficción es una forma de validar el status quo. Al igual que la palabra de un mago de Terramar, la narrativa de esta obra busca tener un efecto sobre el lector, quiere enseñarle cosas nuevas, cuestionarlo y apoyarlo en una de las búsquedas más importantes de la vida; la búsqueda de unx mismx.

Una de mis citas favoritas del libro es: “Prender una vela es invocar a una sombra”. En las aventuras de Terramar el misticismo tiene que ver mucho con el taoísmo y las enseñanzas de Carl Gustav Jung. El antagonista de nuestro personaje es una sombra a la que él mismo da vida, un espectro que lo sigue a cada lugar al que va y que surge para personificar los errores del joven mago. Debemos recordar que para Jung, la sombra es aquello que nuestro yo consciente no reconoce como propio, en pocas palabras, la sombra es aquello que está presente en nosotros pero no nos gusta reconocer. Tal como vimos en el párrafo anterior, en este libro la resolución no está en una confrontación física, sino más bien en el ejercicio de la meditación y asimilación de nuestro ser. Para llegar a conocernos tenemos que estar abiertos a escuchar lo que habita en el interior y exterior del todo.

En mi opinión, “Un mago de Terramar” es uno de esos libros que nos recuerdan el poder de la ficción y la imaginación humana, donde la fantasía es algo muy parecido a un caballo de Troya. El lenguaje se disfraza con metáforas para llegar al centro de nuestro ser y liberar un mensaje subversivo que atenta contra muchas de las cosas establecidas. Resulta ser, que para cambiar al mundo, solo necesitas contar una sencilla y bonita historia.
Por cierto ¿Mencioné que el protagonista del libro es una persona de color?
Supongo que la señora Le Guin, estaba un poco adelantada al risible concepto de la inclusión forzada.
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