Yo soy Providence: vida, magia y legado

por Antonio Arjona Huelgas

“No está muerto lo que yace por siempre, y a través de los eones, incluso la muerte puede fenecer”

Howard Philips Lovecraft

Tres era el número que obsesionaba a Nikola Tesla, tres fueron las adaptaciones principales que Moore hizo a la obra de Lovecraft, tres fueron los números de las historias rescatadas de Culturas de Yuggoth de Alan Moore y otros crecimientos, tres fueron los tomos en que se dividieron los doce números de Providence, y tres los artículos dedicados a la relación entre Lovecraft y Moore en los cómics. He de pedir una disculpa por la tardanza, el trabajo y los quehaceres apenas me dan tiempo de hacer algo más. Sin otra cosa que aclarar, veamos los íntimos resquicios del horror cósmico. 

El horror a través de las eras: el miedo a lo desconocido, el miedo a lo otro

Desde los peligros al exterior de la caverna, hasta el apocalipsis nuclear o climático de nuestros tiempos, el miedo nos ha acompañado desde que nuestros cerebros pudieron concebirlo por vez primero. El sujeto más común se vuelve un símil de la totalidad de la especie humana. Ante todo, el miedo que siempre ha estado ahí es el miedo a lo desconocido.

Con el horror cósmico, el horror alcanza a plenitud la modernidad. Lo sobrenatural es remplazado por lo real incomprensible, el absoluto desconocido. La magia es recuperada como un principio científico-matemático, que la humanidad ha usado en múltiples  ocasiones para defenderse de las entidades más monstruosas, sin conocer el porqué de su efectividad.

Los fantasmas y los espantos son huecos que llenan el vacío. Detrás del telón el abismo insondable.

De fondo se mueve la búsqueda y anulación del yo. En Providence, la iniciación de Robert Black es un acto de hacer consciencia del horror que lo rodea. Más aún en consideración de que él, al igual que el resto, fueron piezas movidas por fuerzas ignotas. Lo que en apariencia fue movido por su voluntad, en realidad obedeció a la voluntad de las deidades. Así, la mentalidad moderna del protagonista se ve ante una realidad que lo supera, lo aplasta. La ingenuidad que manifiesta a lo largo del cómic sirve como un velo que lo protege, y éste se va desvaneciendo conforme se acerca a Providence, hasta que se hace insostenible. Esto rompe la psique de Robert, y lo lleva a la locura. 

El horror cósmico va de la mano con el nihilismo y el pesimismo moderno. En lo particular, hay ideas que se podrían situar en el plano de las de Schopenhauer, Nietszche y Heidegger, sin dejar de lado los principios del positivismo. Es un horror materialista, pero llevado a la materialidad de una existencia implícitamente terrible, por un universo demencial para el que el humano es, en el mejor de los casos, tan insignificante que les resulta invisible. El problema es cuando éste se percata que estamos aquí. O el sólo conocimiento de lo que mora en las esferas superiores. Si hay seres calificables como divinos, su mera existencia para la insignificancia humana es una monstruosidad. Por un lado, la lógica más fría se impone contra nuestro saber, nuestra razón; por otro, se compagina un terror nuevo, de algo que se desconocía y ahora se sabe, con el de algo que siempre se supo.

Como habría dicho Žižek en su ensayo sobre Rumsfeld y Abu Ghraib, con la esperanza de no sacarlo demasiado de contexto:

En marzo de 2003, Rumsfeld se lanzó a un pequeño ejercicio filosófico de aficionado sobre la relación entre lo conocido y lo desconocido: «»Existe lo conocido que conocemos; es decir, hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que existe lo desconocido que conocemos: sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también está lo desconocido que no conocemos -lo que no sabemos que desconocemos-«. Lo que se le olvidó agregar fue el cuarto y crucial término: «el de lo conocido que desconocemos», es decir las cosas que no sabemos que sabemos, que es precisamente el inconsciente freudiano, el «conocimiento que no se conoce a sí mismo», como solía decir Lacan”


De este modo, el horror, al igual que el peligro, subyace tanto en lo lejano como en lo innato, en lo desconocido conocido o en lo desconocido que no conocemos, así también en lo que sabemos y no podemos darnos cuenta de ello. Lo yace frente a nosotros, pero que, de alguna forma, pasa desapercibido.

“[…] los principales peligros se encuentran en lo «desconocido que conocemos» – las creencias, suposiciones y prácticas que pretendemos desconocer, aunque forman el fondo de nuestros valores públicos.”

De este modo, en los rituales, en los cultos, y en las prácticas comunes de los adoradores de los dioses Primigenios o los Otros Dioses, incluso el acecho inconsciente de entidades que nos rodean, pueden obedecer a lo desconocido frente a los protagonistas de las historias de horror cósmico. Hay historias en las que incluso se explicita el contenido inconsciente como un lugar de acción de los seres que la habitan, así como ocurre en los sueños y las historias del ciclo onírico, como Más allá del muro del sueño, o La soñada búsqueda de la ignota Kadath. Me parece que una frase que encapsula el peligro que representa la unión de aquello que en la psique se halla fragmentado, es la introducción de La llamada de Cthulhu:

“No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas.”

Desde otro punto de vista, las adaptaciones de la obra de Lovecraft bajo la pluma de autores como Moore, desde un enfoque más deconstructivo, reflejan este aspecto de lo desconocido: el horror no sólo está en los demonios del inconsciente, sino en la vida diaria. La moral victoriana, demasiado viva aún en la época de Lovecraft, podía representar el horror de lo conocido desconocido. Se introducen temas como la locura y el miedo a la locura, como consecuencia del saber que no se debía saber.

En la narrativa de Lovecraft, así como en las adaptaciones y homenajes de Moore, la locura tiene diferentes relaciones con cada persona: Robert Black cae en la ruina, Sax la encarna en la violencia visceral, la agente Brears asume la nueva realidad y la toma para sí. La historia se encarna en sus personajes: lo otro real en su forma más fría, más pura,  aún con su mediación simbólica o bajo un imaginario, hace que quiénes acceden al saber no puedan volver a su vida normal, incluso las consecuencias pueden ser devastadoras.

Y dados los aspectos que abarca, así también por su antigüedad, el horror cósmico, fundado en el miedo a lo desconocido, es un horror eterno.

La historia de la locura y la historia de la sexualidad

La locura es un elemento del horror cósmico en general, desde sus antecedentes hasta en sus actuales herederos podemos hallarlo, tanto las historias de Machen, por ejemplo El Gran Dios Pan o La raza blanca, como los relatos de Stephen King, Crouch End y Jerusalem´s Lot. El contacto con lo incomprensible lleva a la locura o la muerte, destinos en sí mismos terribles, más preferibles al espanto que acecha en dimensiones o espacios ajenos. Los psiquiátricos, el suicidio, las alucinaciones, los sueños incomprensibles, son elementos comunes en estas historias. Espacios y situaciones de lo negado, tanto por la razón como por la normativa. Como habría mencionado Michel Foucault en su obra La historia de la locura, así como en La historia de la sexualidad, hay una estrecha relación entre la idea de la locura y el sexo con los discursos dominantes y el poder. La locura era un concepto funcional para excluir, castigar o alejar aquello que genera problemas al sistema, por ende a lo considerado “normal”. El transformarse en un loco no se limita a un horror a perder la razón, sino a todo lo que conlleva: aislamiento, soledad, castigo. Se vuelve un alejamiento real y simbólico de todo lo que la persona ha conocido y ha sido parte. La devastación personal es total: sobre la persona se cierne el conocimiento de lo terrible, el abandono, e, incluso, el olvido. A este respecto, podríamos ver un símil ente este hecho y ausencia del padre de H. P. Lovecraft, Winfield Scott Lovecraft, al quedar internado en un manicomio, aparentemente por sífilis.

El sexo y la locura se hilan, tanto en los discursos de poder, como en la vida del escritor de Providence. Muchas biografías han discutido a detalle la sexualidad Howard, su moral victoriana, su aversión o indiferencia al sexo, o su asexualidad. A pesar de ello, no se ha podido llegar a esclarecer el tema, en muy buena medida por el halo de misterio, así como el personaje construido en torno a la persona que alguna vez fue este autor.

El horror al sexo es horror al poder. Hay un vínculo intrínseco detrás de lo aparente en la sexualidad: el poder y la violencia sexual.  Retomando de nuevo a Foucault: el sexo y el poder están íntimamente ligados. En las relaciones sexo-genitales, como en otras relaciones de tipo sexual, el poder se juega entre sus participantes. El miedo al sexo muchas veces va ligado al trauma, que puede producirse por el abuso o la violación, o el miedo a la misma. Esto se traduce en horror al poder que la parte victimaria genera contra la víctima a través de la agresión. Tal relación y el cómo el poder o la búsqueda del mismo se vuelve una motivación fundamental en el acto de la violación o el abuso sexual, se explora más a fondo en Las estructuras elementales de la violencia, de Rita Segato, y en Perséfone se encuentra a la manada. El trasluz de la violación, de Natalia Fernández Díaz-Cabal. Llevando esto a la narrativa construida por Moore en torno a Lovecraft, hay una investigación de fondo bastante notable, con guiños interesantes a la vida de Lovecraft, como la mención de su probable asexualidad en Neonomicon. A su vez, hay una crítica a la moral victoriana impresa en sus relatos, con una huella de Foucault en su interpretación, al servicio de la narrativa. Esta intención de Moore se explicita en una entrevista publicada en el último tomo de Alan Moore’s Yuggoth Cultures and Other Growths, en la que menciona su idea base para Neonomicon: mostrar auténticos cultos innombrables, cuya descripción siempre era omitida por Lovecraft. ¿Qué es un auténtico culto innombrable? Algo tabú, el sexo. En este caso no sólo el sexo, sino el abuso y la violación, de la orden de cultistas a través de un Profundo contra una mujer inocente que trabajaba en favor de la ley. El rompimiento total de la norma. La consecuencia de semejante rito daría lugar al despertar de Cthulhu al final de Providence.

De manera parecida, la violación se presenta en Providence como un acto de poder a través del uso de la magia con fines desconocidos para el protagonista, tanto por placer y dominio del agresor, como por el uso del sufrimiento infringido en sí mismo con una intención aún más oscura.

Una de las objeciones más comunes a la obra de Moore, es la constante de situaciones sexuales incómodas o violentas. Desde Watchmen a The Killing Joke, pasando por The League of Extraordinary Gentleman y V for Vendetta. Su ciclo Lovecraftiano no es la excepción. Aquí estamos ante un contraste: la idea de una magia sexual basada en el quiebre del tabú, que, a pesar de ser terrible, transforma a quienes la sufren para darles conocimiento ulterior; el propio efecto del rompimiento total de la norma en un plano superior para un fin mayor, o a veces para la propia persistencia del sistema y la normativa (cómo ocurre en From Hell con el feminicidio ritual para perpetuación del sistema patriarcal); por último, lo que parece una misoginia o machismo prima facie, abordando temas problemáticos que, bajo una falta de análisis de sus diferentes capas, podría malinterpretarse como una reproducción de la misma, siendo, al menos en intención, lo contrario al mostrar la superación de la situación traumática. No obstante, la discusión queda abierta.

Con lo anterior, se presenta un contraste entre los principios narrativos de Moore y Lovecraft: el mostrar en un lugar de contar, frente al sugerir sin enunciar ni menos aún mostrar. ¿Qué piensan respecto a la narrativa de Lovecraft? ¿Moral victoriana o narrativa asexual?

La génesis a través del tiempo

El ciclo lovecraftiano de Moore vincula los significados en sus distintos planos: la palabra, el hecho narrado, la estética visual en los colores y el estilo de dibujo, referencias que no son tan sólo un adorno, si no que nos cuentan algo más. Estéticamente, las ilustraciones y portadas suelen recrear los carteles de películas de horror de diversas épocas, tanto del estilo de los 30´s y 50´s, hasta el de los 80’s.  

En The Courtyard se explora un concepto construido por Moore a partir de elementos de la práctica mágica real con los de la narrativa de los autores del círculo de Lovecraft. En Neonomicon, se desarrolla una historia de horror gráfica, explícita, contrastante en sus planos al ponerse al lado de la aversión al sexo que parece mostrar Lovecraft en sus escritos. Finalmente, en Providence, a la postre del hilado de elementos narrativos y de las tramas planteadas en las obras anteriores, concluyendo las tres en un mismo punto, se arma un fascinante constructo que funciona como biografía de Howard Philips Lovecraft, una revisión bibliográfica de las obras en torno al horror cósmico y su fundación como subgénero del horror (al tiempo, diría yo, que cómo fase en la concepción literaria estructurada del horror), y una narrativa propia en la que se desarrollan, deconstruyen y reconstruyen conceptos, personajes e interpretaciones a través de las subtramas que se han armado a lo largo de las tres obras. Así, la última supone no sólo el culmen del acercamiento de Moore al horror cósmico, sino el punto en el que todo adquiere sentido.

Y uno de los puntos centrales en esta historia, es el contagio de un culto creado a partir de los escritos de Lovecraft. Lo que pareciera un absurdo, es la muestra de la ideología moviendo los engranajes de la historia en conjunción con las condiciones materiales que en ella se gestan, construyendo sistemas caóticos complejos con la acción de los sujetos. A diferencia de la visión materialista de Ortega y Gasset respecto a los sistemas ideológicos que operan tras el progreso histórico, apoyadas en sus relaciones materiales, Moore introduce en su ciclo un mundo de sueños e ideas que se levanta y aplasta lo que llamamos realidad. 

Ahora, para concluir, veremos cómo la creación de un personaje y todo lo que envuelve, supone una forma de perpetuación en la cultura y el arte, una construcción mágica frente a la existencia con un sentido casi proustiano, en la que algo se vuelve un nombre sagrado que pervive más allá de la consciencia. Al menos, es lo que parece decirnos Moore en su ciclo lovecraftiano.

Yo Soy Providence

Todos somos iguales ante la muerte. No hay mayor certeza. Cualquier otro tipo de igualdad es falible. La muerte es lo absoluto que nos es ajeno. El mayor terror es el terror a lo desconocido, y la muerte es el hecho incognoscible. El poder deriva de las relaciones intersubjetivas en la vida, más la vida está siempre atada a la muerte. Incluso en sus momentos más esplendorosos, la vida no puede desligarse de su final, o de la condición previa a su principio, y viceversa. Vida, poder y muerte, los temas comunes de todas las historias.

Howard Philips Lovecraft, “Howie” como le decían de cariño, un sujeto profundamente materialista, aunque interesado en el conocimiento de las áreas más diversas, portador del racismo y clasismo de su época, siempre ilusionado ante el ideal del caballero victoriano, de contrastes ante los cambios ideológicos que experimentó en su vida, tan atado a su realidad y su tiempo en sus ideas como profundamente alejado en sus ilusiones, probable asexual, así como uno de los escritores de horror más importantes de la historia, más allá de su propia habilidad narrativa. Alguien vinculado a su lugar de nacimiento, que siempre motivó su melancolía, casi tanto como la infancia que pasó en él. Quizá muchas de sus ideas más nocivas partan de la incapacidad de dejar atrás esos días que motivaban sus relatos oníricos, a causa de la influencia de sus principales figuras afectivas tempranas. Un ser complejo, ante todo, como todos pueden serlo.

He de admitir que me inclino a considerar asexual al maestro de Providence, debido su importancia en la literatura, y de ser yo mismo una persona asexual, a pesar de las ideas problemáticas que tuviera. Después de todo, los humanos somos hijos de nuestro tiempo. Quizá, al final, todo sea por el delirio de ser visibles en lo invisible.

Finalmente, al final de Providence, se nos muestra como la obra de Lovecraft sirvió como un hechizo para traer a los dioses Primigenios al mundo, para dar lugar a los horrores. Un hechizo del caos para invocar fuerzas indescriptibles, para inmortalizar un nombre, una gran historia. Todos los sucesos están enlazados, todo es interdependiente. Esta es la ficción de Moore en torno a los Mitos de Cthulhu y su fundador. No obstante, ¿Qué pasa en la realidad? Un encantamiento vivo en el arte, vivo en la memoria. Como un intento contra la realidad de persistir por la eternidad.

¿Qué ocurre con un hombre enjuto, físicamente debilitado, nervioso, calificable bajo una interminable serie de “ismos” más bien negativos, pero que su vida es, sin lugar a dudas, más compleja de lo que se le suele catalogar? ¿Quién es el hombre y quién el personaje, si toda su vida fue, como todo el mundo y más aún, un festival de máscaras? ¿Hay magia en la vida y obra de quién siempre la negó, a pesar de ser un elemento clave en sus relatos? ¿Acaso lo motivaba el amor al hogar, o quizá un apego más cercano a la dependencia? Preguntamos entonces, ¿Quién es Lovecraft? Y el escritor nos responde desde la tumba: “Yo soy Providence”.

***

Gracias por leernos. Esperamos que hayas disfrutado el artículo, y en especial, te brindara una perspectiva más profunda de la adaptación de la obra de Lovecraft desde la visión de Alan Moore y Jacen Burrows.  

Bibliografía

Aquí las fuentes usadas para este artículo. Sugerimos la lectura de ellas para quién se interese en ahondar en el tema. Por supuesto, recomendamos el acercamiento a las obras mencionadas, y a los trabajos de Lovecraft y Moore en general. Respecto a las relaciones de poder y la sexualidad, recomendamos las obras mencionadas en el artículo, así como otras obras al respecto de Michel Foucault y Rita Segato. En el caso del primero, los tomos completos de La historia de la sexualidad y La historia de la locura; respecto a la segunda, se recomienda Contrapedagogías de la crueldad y La guerra contra las mujeres. Si desean indagar la vida de Lovecraft, recomiendo sus diferentes biografías, en especial El caminante de Providence, de Roberto García Álvarez.Por último, recomiendo ver estos videos sobre Moore y la magia, y este otro acerca de From Hell. De igual manera, si quieren leer el primer acercamiento que hicimos a Providence, pueden consultar este artículo, o el segundo más enfocado a la magia. 

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