
Deshacerse de alguien no es tarea sencilla...
a mí me pagan por hacer mi trabajo, y el cómo llevarlo a cabo depende exclusivamente de mí. Puedo elegir dar una muerte rápida y barata si la persona en cuestión es insignificante, o si la victima lo amerita convertirme en el mayor sádico hijo de puta para lograr su extinción, pues repito; la forma de matarlos queda a mi antojo e imaginación.
Un logro peculiar en mi carrera es el hecho de que jamás he manchado mis manos de sangre. Sí, me pagan para eliminar a otros, pero siempre termino limpio de culpa por decirlo de alguna manera. Rigurosamente la ejecución es hecha por alguien más, con frecuencia a manos de sus propios enemigos, tanto viejos conocidos como nuevos que salen a la luz. Pero me encanta cuando todo es inesperado, en aparente traición, cuando el héroe falla y alguien inocente muere (similar a cuando alguien provocó la caída desde un puente de una inocente chica rubia y en el fallido intento de rescatarla, el héroe queda como su asesino). Así consigo no mancharme las manos.
En mi gran y nutrida trayectoria he tenido la dichosa oportunidad de eliminar a importantes personajes, me agrada que se vayan con algo de dignidad, a la altura de su fama y de lo que fueron, prefiero tengan una muerte heroica o épica o que parezca un sacrificio. Los despiden con impotencia, llantos y lamentos mientras yo sigo impune manipulando las cuerdas de sus destinos.
Puedo decir que me llega de todo. En ocasiones el trabajo que me encargan tiene como objetivo aniquilar a un ser nefasto o lleno de maldad, alguien que parece merecer ser asesinado, cuyos planes siempre son el acabar con la humanidad o apoderarse de la tierra y hasta de otros mundos. Desde luego que también existen los pobres diablos, aquellos cuyo tiempo de gloria ya pasó, a quienes nadie recuerda ni recordarán, o quizá solo después de su trágico deceso algo brinque a la memoria de sus seguidores en calidad de último homenaje.
Adoro mi trabajo, me encanta ser el autor intelectual de todas y cada una de las muertes que he provocado, pero hay algo que aborrezco: Cuando alguien hace lo contrario de mi labor y a un ser insignificante, un monstruo o héroe, lo vuelven a la vida. ¡Arruinan todo lo que hice! ¡Mierda! ¿Por qué los reviven con argumentos tan ridículos? ¡Carajo!
Claro, debo tomar en cuenta que la muerte y asesinato son recursos de marketing en esta industria. ¡Hasta al pinche todopoderoso de Superman le ha tocado! Pero bueno, así es el mundo de los comics. Me resigno mientras espero recibir nuevas instrucciones para realizar lo que mejor sé hacer: idear guiones para asesinar a personajes de historieta.


Andrés C. Mayer
De niño quiso ser escritor, después estudiar cine pero no logro entrar a ninguna de las escuelas públicas del país. La vida y las circunstancias lo llevaron a la actuación desde hace mas de tres años.
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